jueves, 13 de noviembre de 2008

Julian - capitulo 2

Cuando Julian escuchó esa frase, se le cayó el alma a los pies.

Miró a su hermana buscando apoyo, no lo había, solo había temor.

Temió, siendo solo un niño sentía un temor proveniente de una comprensión de la situación superior a lo posible para un niño de 12 años.

Corrió, con toda la velocidad que le permitían las piernas, huyendo sus lágrimas por el rabillo del ojo. Sin molestarse a pensar en la dirección en la que corría.

Cayó, se encontraba en medio de un bosque, no sabia como ni cuando había entrado en el. Solo sabía una cosa, nunca podría volver, no después de haber matado a su hermano, pues al no haber sido capaz de ayudarle, se consideraba culpable.

El miedo a ser atacado de noche por lobos o alguna otra bestia de los bosques hizo que se subiese a un árbol y descansase en sus ramas. Por suerte era una noche cálida, y estaba bien abrigado con las ropas que usaba para trabajar la tierra. Pasó mala noche, el árbol era incómodo y terribles imágenes de matanzas y sangrías le pasaban por la mente en su sueño. Imágenes de demonios torturando a su familia, de su hermano preguntándole por que lo hizo, de la gente del pueblo apedreándole…
Se despertó múltiples veces, en todas ellas le pareció estar siendo acechado por algo que se ocultaba entre las sombras, pero, por mucho que se girase y mirase, solo conseguía arriesgarse a caerse.

La mañana siguiente hubo helada. Tenía hambre. Hacía frío. Necesitaba orinar.

Llevaba toda la mañana caminando y no encontraba la manera de salir del bosque, no sabía por donde había entrado ni hacia donde debía caminar.

Cuando el sonido de sus tripas comenzó a ahuyentar a las alimañas que se habían acercado a mirar quien era el que estaba tumbado en el claro, Julian acepto que ese sería su final. Perdido en el bosque, sin comida, sin bebida, y sin motivos para seguir adelante.

Unas horas algo despertaba a Julian. Una criatura alada, escamosa y de color marrón rojizo le golpeteaba con el hocico en una mano. Julian se incorporó como pudo y se apartó, nunca había visto nada por el estilo, pero era lo más parecido que había visto nunca a un dragón, un dragón muy pequeñito.
- ¿Eres un dragón?
La criatura levanto la cabeza y le miró a los ojos. Tenía el tamaño de un gato. En un movimiento leve pero evidentemente grácil dejo ver una cola terminada en un aguijón. En la mente de Julian resonaron unas palabras:
- No debes viajar solo por estos bosques, pues muchas criaturas podrán trepar mas rápido que tu a los árboles… y cazarte.
Julian gateó hacia atrás hasta toparse con un árbol. La voz continuó:
- No te preocupes, si no te han matado hasta ahora es porque no eres peligroso para el bosque. ¡levántate, el Protector requiere tu presencia!
Julian se quedo sentado, mirando al dragoncito extrañado, con la duda de si debería hacerle caso, o intentar huir. Se levantó. Dio un paso hacia la criatura y dijo:
- Quiero salir de aquí. ¿Me ayudará ese Protector del que hablas?
La criatura le dio la espalda y comenzó a caminar entre los árboles.

Tras una larga caminata de tres cuartos de hora llegaron a una zona en la que los árboles eran mas grandes, y en medio de un claro, un árbol enorme, tan grande que ni 10 personas podrían abarcarlo. Este gran árbol estaba unido a los otros por pasarelas y puentes, y todos tenían casetas y chozas en las partes superiores.
- Sígueme.
- ¿A donde vamos?
- Sígueme.

Julian siguió al dragoncito hasta el árbol y lo fueron rodeando, hasta llegar a un entresijo de raíces que se abrieron de inmediato, dejando ver una escalera que bajaba hasta un pasillo. Avanzaron, llegaron a lo que sería el centro del árbol. Una escalera de caracol ascendía por el. Subieron. En la cima les esperaba un elfo de apariencia salvaje, no se parecía en nada a los elfos que había visto en la ciudad, en el mercado.
- Hola Julian. ¿Sabes en donde estás?
- No, no lo sé.
- Esto es una arboleda druídica, aquí nos reunimos los druidas para debatir y realizar ritos. ¿Crees que deberías estar aquí?
- No.
- ¿Y por que crees que te hemos permitido estar aquí, llegar vivo hasta aquí, conocer la entrada a mi casa?
- No… no lo se.
- Es porque hay algo que tú no sabes. Los astros nos advirtieron de tu llegada, nos advirtieron que un alma sería engañada y desterrada, un alma joven incapaz de valerse por si misma, pero que era un peligro para toda la existencia. Anoche un búho nos advirtió de tu llegada al bosque. Le pedí a mi buen amigo Aguijón, ese Pseudodragón, que te trajese hasta aquí. Tú no sabes de que eres capaz y nosotros tampoco lo sabemos, pero podemos ayudarte a averiguarlo. Ven, tienes que comer algo. Por cierto, me llamo Myrdivar.
Julian se quedó asombrado por todo lo que le dijo y casi no comió nada de lo que le ofrecieron. Solo podía pensar en que era eso que lo hacía tan peligroso.
- Myrdivar, ¿sería posible que eso que me hace peligroso fuese lo que espantó al demonio que atacó a mi hermano?
- ¿Demonio? ¿Que demonio?
Le cuenta la historia. Tras lo cual es semblante de Myrdivar se vuelve sombrío y pensativo. Tarda unos minutos en contestar.
- Temo que lo que interrumpiste no era un ataque, sino un ritual. Creo que tu hermano había convocado el al demonio, y que tu interrumpiste algún tipo de trato entre ellos. Puede que el muriese por esa interrupción o quizás el trato fuese de llevarlo a las capas del infierno y solo se llevasen su alma. Muchas cosas pueden ser las que ocurrieron allí. Pero eso no debe preocuparte ahora. Y come un poco más, te hará falta.

Julian terminó de comer las frutas que la habían traído, le indicaron donde podría dormir y le aconsejaron que no se alejase de las zonas iluminadas.

Se quedó levantado hasta tarde, lo hacía siempre, pero esta vez no era como las demás, esta vez no estaba encerrado en su habitación. Estaba en un bosque de los druidas, en la casa de un elfo, y con un dragón en miniatura vigilándole por todas partes.
- ¿Tienes que seguirme a todas partes? No me molesta, pero si vas a seguirme mejor que nos presentemos y charlemos para no aburrirnos.
- Me han pedido que cuide de ti. Dicen que no quieren que te caigas del árbol.
- ¡No me voy a caer!
- Pero nunca está de mas un poco de vigilancia por parte de los mayores.
- ¿Mayores? ¿Cuantos años tienes?
- Voy a alcanzar la semana que viene los 9 años
- ¡¡JAJAJAJA!! ¡Si soy mayor que tu! ¡tengo 12 años, te llevo tres!
- Tu raza alcanza los 90 aproximadamente, con 12 eres un niño. Los de mi clase solo llegamos a los 15 años. En equivalencias es como si tuviese 54 años de los tuyos
- ¿Qué es “equivalencias”?
- Ya te lo explicaré mañana, ahora mejor será dormir
- Aun no nos hemos presentado. Me llamo Julian.
- Yo soy Bheilorveilthión, pero por aquí me llaman Aguijón, pues la mayoría no son capaces de pronunciar bien mi nombre dracónico.

Tras esa última frase acompaño a Julian hasta la choza en la que dormiría. Cercana al árbol principal. Custodiada por dos guardias enormes. Uno humano y el otro semiorco. El humano, de estatura media y melena castaña acariciaba un cuerno bellamente adornado que le colgaba por debajo de una barba que le daba aspecto salvaje. El semiorco estaba en cuclillas y tenía un taparrabos y una capa de pieles como único atuendo.

Con estos guardias y el mensaje telepático de Aguijón diciéndole que pasase buena noche y que los guardias eran de fiar, Julian se fue a dormir.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Menos mal que aguijon no le dio los apellidos. xD

Moebius, Señor del Tiempo dijo...

Si... la verdad es que despues de ese nombrecito no tienes derecho quejarte del nombre completo de Hakim.

Aunque realmente seria gracioso que el nombre completo del pseudodragon fuese Bheilorveilthion Fernandez Martinez...

Ahora hablando en serio, la historia del hundebarcos esta siendo interesante; sigue contando, sigue... XD