viernes, 2 de enero de 2009

Julian - capitulo 3

Despertó relajado, como si le hubiesen dado un masaje mientras dormía. Tan relajado que pensó que habría dormido innumerables horas.
Cuando se incorporó y abrió los ojos, una luz tenue y un suave olor a incienso lo recibieron. Al ver la choza que lo envolvía recordó donde estaba, y se le tensó el cuerpo. Se puso en pie y dio un par de pasos hacia la salida, cuando estaba apunto de salir una voz ruda y tosca le dijo:
- Mejor sería que te cambiases, bajo la cama hay ropa limpia.
- Si- contestó otra voz, esta vez melodiosa aunque fuerte -mejor será que te pongas algo cómodo.
Julian retrocedió hasta la cama, miró debajo y, efectivamente una muda le esperaba en el sitio indicado,
Era una ropa cómoda, que no rascaba ni hacía cosquillas, que es lo que solía ocurrir con toda la ropa que tenía él en su casa, y esta era de su talla. Al salir vio con asombro que los dos guardias estaban en la misma postura exacta en la que se encontraban la noche anterior antes de ir a dormir.
El semiorco le miro y le dijo:
- Aguijón te espera en el bosque, a ras de suelo, puedes bajar por esa escala de ahí al fondo.
- Gracias.
Descendió por la cuerda, con mucho cuidado, pues era una altura considerable. Al llegar abajo miró en todas direcciones, pero no vio a Aguijón.
Busco y rebuscó, pero no lo vio.
Cuando se disponía a subir de nuevo escuchó en su cabeza:
- ¿No vas a seguir buscándome? Que aburrido eres para jugar al escondite.
Julian sonrió, y se puso a rebuscar. Arbustos, plantas y recovecos no eran rival para el. Pero seguía sin verlo. Se quedó quieto y aguzó el oído, pero tampoco así lo localizaba.
Comenzó a enfadarse, ¿Cómo podía ser que no lo encontrase?
Entonces apareció. Salió de la nada, mirándole, y le dijo:
- Tenemos que subir.
- ¡Te encontré!
- Ya han decidido que van a hacer contigo.
Julian se quedo de piedra. Tenía miedo de nuevo.
Subió por la escalera de cuerda, viendo como Aguijón ascendía suavemente revoloteando alrededor del tronco de un árbol. Realmente no quería subir, no quería saber que habían decidido hacer con el. Solo quería olvidarse de todo y seguir jugando, olvidar la muerte de su hermano, olvidar todo lo que había pasado y volver a su casa, con su hermana y seguir trabajando la tierra con su padre, pues pese a todo, lo quería.
Arriba lo esperaba Aguijón, Julian intentó descifrar algo en su cara, pero no entendía los rasgos faciales dracónicos.
- Sígueme.
- No quiero irme, no quiero estar solo.
- Tranquilo Julian, no creo que te echen, son buena gente.
Julian no entendía por qué le caía tan bien Aguijón, lo acababa de conocer, y casi no habían hablado, pero lo veía como a un amigo.

Aguijón lo guió al árbol grande, por el que había subido la primera vez, solo que esta vez no había que subir ni bajar escaleras, aguijón lo guió hasta un rincón, y caminó decidido hacia la pared de madera, pero no chocó, lo que a simple vista era una pared, estaba siendo atravesado como el aire. Julian, sorprendido, se detuvo. Miró fijamente la susodicha pared, intentando ver a través de ella, ver ondulaciones, etc. Nada, no consiguió ver nada que demostrase que la pared se pudiese atravesar.
Se acerco lentamente, estiró el brazo para tocar la madera, pero antes de que la alcanzase con los dedos la madera, la cabeza de Aguijón apareció y le dijo, por primera vez con su propia voz y no por telepatía:
- ¿Piensas entrar algún día?
- ¿Hablas?
- Si, y tu tienes que entrar, si te da miedo cruzar el umbral cierra los ojos, pero apura.
Julian, sorprendido de la voz chillona con la que le habló Aguijón, dudó unos segundos más, y cruzó.
No cerró los ojos, pero tensó todo el cuerpo. No sabia lo que le esperaba al otro lado ni lo que sentiría al cruzar, pero no se quedaría quieto como un bobo mirando la pared.
Fue una sensación extraña, como si durante unos instantes la gravedad dejase de hacer efecto sobre su cuerpo, como si, por un momento, todas las penas hubiesen desaparecido, fueron unas décimas de segundo en las que todo dejó de existir, las preocupaciones, las emociones, los deseos y los temores, todo, todo desapareció por un momento.
Cuando se quiso dar cuenta, todo había vuelto a su sitio, los pensamientos le daban vueltas intentando organizarse para comprenderse, la gravedad volvió a tirar de el hacia abajo, y los temores volvieron a formar una presa férrea sobre su alma.
Era una sala completamente de madera, no parecía haber sido “hecha”, más bien daba la impresión de que el árbol había nacido así, ni siquiera tenia una forma definible. No era cuadrada ni rectangular, pocas paredes había que fuesen rectas, pero tampoco era redonda o ovalada. Simplemente no tenia ninguna forma excepto que el suelo era perfectamente liso y sin inclinaciones. No había ventanas, tampoco fuentes de luz definibles, simplemente estaba bien iluminada por un brillo tenue que salía de las paredes y no dañaba la vista.
Un hombre anciano esperaba sentado en el medio de la sala, el taburete sobre el que estaba sentado tampoco había sido fabricado, ni siquiera estaba separado del suelo, sino que más bien nacía de el.
Aunque era un Anciano de aspecto aparentemente humano, una primera visual le demostró a Julian que no era así. La piel del anciano era más parecida a la corteza de una planta que a piel normal y corriente, sus ojos eran oscuros en su totalidad, la barba que tenia estaba formada por ramitas espinosas, como las de un rosal, pero de un marrón claro. Vestía un traje de hojas y de su cinturón pendía una espada de madera negra, que tenía espinas por todas partes menos en la empuñadura y parecía que cada espina segregaba una savia de la misma negrura que el arma.
El anciano se levantó, miró a Julian, alzó las manos, y dijo con una voz profunda, que parecía salir de una caverna:
- YO CONVOCO AL CONSEJO. VENID, COMPAÑEROS, UNA VEZ MÁS A ESTA TIERRA DE DEBATE EN LA QUE SE TOMAN DECISIONES QUE CAMBIAN ÉPOCAS Y DECIDEN DESTINOS.
En cuanto terminó de hablar, apareció saliendo de la pared Myrdivar, con una toga marrón y un bastón de madera lleno de nudos. Se quedo a unos pasos de la pared por la que llegó, y comenzó a agacharse, como si se fuese a sentar en una silla, la cual creció al momento desde el suelo de madera.
Por otro lado llegó un enano de barba dorada y ropas enjoyadas, el taburete ya apareció antes de que pareciese que se iba a sentar. Julian se fijo en que los taburetes salían con el tamaño adecuado a quien se fuese a sentar en el, y se amoldaban a las posaderas como si la madera tuviese un cojín de paja encima. El enano se sentó
Mientras todo esto sucedía, Aguijón, alzaba el vuelo dentro de la sala, posándose en un pilar de madera que surgió para él en el momento adecuado.
De un tramo de pared opuesto a donde saliera el enano surgió una criatura que Julian nunca hubiese creído que llegaría a ver: un unicornio.
Era de un blanco puro y brillante que a veces parecía casi plateado, tenia unas crines tan abundantes, largas y espesas que parecía una melena leonina, de su mandíbula descendía una barba que le faltaba poco para arrastrarse por el suelo, sus ojos, de un violeta intenso se clavaron en Julian, y se desviaron tras repasarlo con la mirada.
El unicornio desprendía un aura de bondad que hacía sentirse seguro a todo el que se acercase con buenas intenciones.
El suelo donde se hallaba se moldeó hasta convertirse en un camastro con una forma perfecta para acomodar a cualquier equino.
El siguiente en entrar fue una elfa de aproximadamente un metro ochenta y algo, con un corsé lila lleno de hebillas y remaches, que se unía a unas hombreras metálicas, las cuales estaban unidas a unos guanteletes por unas mangas de malla. Unas botas de cuero endurecido con unas grebas metálicas por encima cubrían sus piernas.
La mujer irradiaba un aura parecida a la del unicornio, solo que de esta elfa también llegaba un aura de poderío y amenaza que denotaba que había nacido para la guerra, y que siempre estaría dispuesta a ella.
Para ella no se levantó un taburete ni una silla, se alzó un trono acorde con su aspecto: imponente.

El anciano se puso en pie y habló:
- Os he vuelto a llamar para estéis presentes en este momento en el que “el niño del alma rota” sabrá lo que va a ser de el. También por que aun se está a tiempo de cambiar la decisión. ¿Alguno de vosotros tiene algo que añadir a todo lo hablado?
Nadie dijo nada, simplemente negaron con la cabeza.
- Bueno, entonces ha llegado el momento. ¡Julian!, ¡ven aquí!
Julian se acercó lentamente, aguantando las ganas de salir corriendo. Cuando estuvo cerca del anciano, este alzó una mano en signo de que debía pararse.
- Hemos decidido que eres un peligro para todo lo que nos rodea, incluido tu mismo, no podemos permitir que eso ocurra. Por eso hemos decidido que te quedarás aquí varios años, te enseñaremos, te educaremos, te entrenaremos para el combate, te enseñaremos a combatir el mal… y a no caer en el.
Entonces se fueron levantando todos los que estaban en la sala, presentándose.
- Yo soy Myrdivar, gran druida del bosque Monzore, te enseñaré a moverte por la naturaleza sin molestarla, para que ella no te moleste a ti, seré, más que nada, tu guía moral.
- Yo soy Gothroryus, y aunque lo parezca, no soy un enano, soy un dragón de oro, te educaré y te enseñaré a conseguir todo lo que quieras en una biblioteca, te mostraré como averiguar los secretos de los objetos mágicos y, con ayuda del Protector, te enseñaré a canalizar esa energía que posees.
- Mi nombre es Maidel, soy una Ghaele, la casta más poderosa de todos los Eladrines, somos guerreros celestiales que combatimos al mal allá donde surja, y eso es lo que te enseñaré, el arte de la guerra.
- Yo soy Déruwin, señor de los unicornios del bosque de Monzore. Yo no te enseñaré nada, de mi aprenderás lo que veas y consideres digno de recordar, pues con el ejemplo es con lo que mejor se enseña.
- Yo soy Bheilorveilthión, mi tarea será acompañarte siempre, responder a tus dudas, mantenerte a salvo de lo que no comprendas y guiarte por los caminos. Y si me lo permites, seré tu amigo.
- Por último estoy yo, me conocen como "El Protector", y dudo que sea necesario algún otro nombre. Responderé a tus dudas, y tu a las mías, te enseñaré todo lo que esté en mi mano, estaré a tu lado siempre que lo necesites, como haría un padre con su hijo, pues ahora, Julian, somos tu familia.