lunes, 1 de diciembre de 2008

Persiguiendo al pasado - capítulo 2

Maegan y Rûrik se llevaban bien, pues ambos eran jóvenes y gustaban de la buena comida, del senderismo y de una buena historia a la luz de una fogata.
El era muy estricto con su forma de actuar y ver la vida (como muchos otros de su raza) y ella actuaba cual colibrí, yendo de una flor a otra según le convenía (como casi toda su ascendencia materna).
Pese a sus diferencias corporales, raciales, ideológicas y políticas, les encantaba quedar para charlar, pasear o entrenar juntos. Como ella era ágil, el podía entrenar intentando golpearla, y a cambio el le enseñaba maniobras básicas de combate y a manejar las armas. Por el momento ella estaba utilizando una armadura de cuero, pues era lógico empezar por las ligeras, pero pronto Rûrik le iba a enseñar con armaduras mas pesadas y aparatosas para que supiese moverse bien con todas.
Evidentemente, las más pesadas no iban a serle útiles, pues entorpecían gravemente la agilidad de sus usuarios, la cual era una de las mayores virtudes de Maegan.
En diversas ocasiones, Rûrik se había extrañado de sucesos puntales ocurridos durante el entrenamiento, como en una ocasión que la espada de Maegan se había cubierto de escarcha en pleno mediodía. En una ocasión, años atrás, Brow la había encontrado leyendo el diario de su madre, al principio no se había preocupado, pues el viejo libro estaba protegido mediante magia para que no pudiese ser leído por cualquiera, pero cuando aquella pequeña Maegan le había preguntado quienes eran aquellos hombres de los que trataba el cuento, el se lo había quitado y le había dicho que era un cuento para mayores, que se lo enseñaría cuando hubiese demostrado su valía a todos los de la caravana, siendo capaz de dirigirla como la habían llevado sus padres.

Lo que Maegan no sabía era que aquel cuento repleto de humanos y elfos malos era la historia de sus padres, y que si había podido leerlo era por las aptitudes mágicas que había heredado de su madre.


Maegan ya era una chica casi adulta según los parámetros de los semielfos, y sabía manejar todas las armas que se les enseñaba a manejar a los guerreros y las mismas armaduras que los mismos portaban. Cada día que pasaba eran más evidentes sus aptitudes arcanas.
Brow la llamó, le pidió que se reuniese con el. Era una tarde soleada. Ni una nube surcaba el cielo. Los pájaros demostraban sus aptitudes musicales en los árboles, compitiendo entre ellos para ver cual tenía un piar más bello.
Cuando ella subió a la carreta en la que Brow viajaba, el se giró desde la cama para poder mirarla a la cara, y le pidió a la mujer que se encargaba de que el anciano no sufriese desavenencias con la vida ni problemas con los baches que se bajara y se tomase un descanso, que iba a estar bien cuidado.
- Hola Maegan.
- Hola Brow, ¿me habías llamado?
- Si, quería hablar contigo, por que creo que ya va siendo hora de que te cuente la verdadera historia de tus padres.
- ¿Mis padres? ¿Qué pasa con ellos?
- Tu padre era un espía de un reino, y tu madre la hija del rey de otro reino.
- ¿Hija del rey? ¿Me estás diciendo que soy una princesa?
- No exactamente, tu madre huyó del reino y fue desheredada. Y por lo que yo sé, al desheredarla a ella, toda su descendencia queda desheredada también.
Unos segundos de silencio interrumpen bruscamente la conversación.
- ¿Por que huyó del reino?
- No lo se, nunca quería hablar del tema, y yo lo respetaba.
- Pero… ¿por que querría dejar la vida de princesa? No lo entiendo.
- Digamos que no le gustaba el futuro que le esperaba allí y decidió huir con tu padre. Del cual estaba perdidamente enamorada.
- Como en un cuento, en el que huyen creyendo en el amor por encima de las responsabilidades. Es una historia que nunca funciona, pero de ilusión también se vive.
- Parece mentira que digas eso, teniendo en cuenta que tus padres consiguieron hacer realidad esa historia. Toma, este es el diario de tu madre, de pequeña conseguiste leerlo, malo será que ahora no lo logres descifrar de nuevo. Cuando lo leas lo entenderás todo.